El poder detrás del trono
Luis Favre, el gobernante que nadie ha elegido, ha resultado un lengua larga del
insulto. A Carlos Tapia le ha llamado “pusilánime, xenófobo y traidor”, y ha
definido la ultraizquierda como “tendencia que le hace el juego a la derecha” y
que “no sirve para gobernar”.
Favre no se da cuenta de que sus denuestos
pueden ser aplicados a él mismo. Su lengua viperina semeja la de una serpiente
que se muerde la cola.
¿Quién, en efecto, le hace el juego a la derecha,
si no Favre? Por algo, Correo lo exhibió ayer en primera plana como un héroe, en
una etapa en que ese diario encabeza la lucha a favor del proyecto
Conga.
Favre tiene un pasado trotskista, de los días en que el trotskismo
se alineaba con el ultraizquierdismo. Carlos Tapia ha recordado que Favre vino
al Perú
en 1980 para propugnar la candidatura presidencial de Hugo Blanco, contra el
“reformismo” de Alfonso Barrantes. De entonces data su intromisión en la
política peruana.
Es probable que desde su etapa de trotskismo francés
haya tenido estrecha amistad con César Humberto Cabrera, economista y
periodista, trotskista de rompe y raja, que es hoy… ¡gerente general de Yanacocha,
la gran empresa minera de Roque Benavides, el cual es socio también de
Conga!
Sabido es que Favre mantenía contacto continuo con
Cabrera.
Ocurre que Roque Benavides, feroz adversario de Ollanta
Humala durante la campaña electoral, sabía que no era, por eso, el más
indicado para negociar con el régimen. Cabrera sí podía ser el vínculo,
el anillo de oro. Y lo ha sido, a través de Favre. Ambos son, pues, ejemplo de
ultraizquierdistas que a la vez son traidores y le hacen el juego a la
derecha.Favre rompió con el trotskismo en 1985, cuando trabajaba, con la
conocida táctica del “entrismo” trotskista, en el seno del Partido de los
Trabajadores creado en Brasil
por Lula. En esa época nació su fama de conquistador de mujeres mayores con
mucho dinero.En cuanto al pecado de xenofobia que Favre atribuye a
Tapia, habría que precisar conceptos. La xenofobia es enemiga de los extranjeros
en general, pero Favre no encarna a los extranjeros en general, y Tapia no
padece de ese prejuicio. Lo que éste denuncia
es la presencia prepotente de un extranjero en el campo de las políticas y
decisiones nacionales. En un país en que existen grandes inversiones Brasileñas,
que a veces pueden chocar con los intereses superiores del Perú. Favre es miembro de un dúo dinámico que le ha creado al gobierno de Ollanta
Humala el problema más grave y de mayor calado económico, político y moral,
que lo puede conducir al fracaso. En efecto, la ultraizquierda –es
decir, Favre y Cabrera– no sirve para gobernar. Sirve sí a las transnacionales
y, por qué no, al imperio que las comanda.
Cesar Levano