Decencia, montesinismo y fujimorismo
Si usted, amigo lector, no puede distinguir el voto de Rafael Yamashiro (PPC) del voto de Carlos Raffo (Fujimorista), ambos exculpando en la comisión de los petroaudios a Jorge del Castillo y su banda de ministros de Canaán, debe ser porque algo falla en la línea de la decencia de Lourdes Flores. Esa ensalada de encubrimiento entre socialcristianos, Fujimoristas y apristas, concretada después de varios meses desde el momento en que “casi” se censura al gabinete del tío George, es un modelo de lo que ha pasado en los últimos años.
Desde la elección del 2006, se oficializó el criterio de que uno puede creerse muy decente, pero puede acompañar a otro muy corrupto (al que incluso se investigó y denunció en el pasado), si es que al frente hay algún enemigo ideológico más peligroso que un corrupto. Y fue Lourdes la que encarnó esta línea política que, después de LA PRIMERA vuelta, puso a su partido y sus votos detrás de Alan García, en alianza con el Fujimorismo. Ahí el tema de la corrupción fue encarpetado a sabiendas, como se hizo en la comisión de petroaudios, por miedo a lo que podría sobrevenir.
Y el asunto es más antiguo. Cuando otro que llegó al poder como enemigo de los corruptos, tuvo en sus manos descabezar la mafia de la televisión, lo que suponía dar una batalla en serio contra la crisis moral del país que había levantado a los cuatro suyos, se hizo en el pantalón y evadió su responsabilidad, enredándose en oscuros juegos con otros “no tan corruptos”, como Ivcher, Genaro, Chicho y los de “El Comercio”.
La anticorrupción relativa de Toledo y Lourdes tiene algunos signos distintivos: (a) asegurar que no hay un problema constitucional en el Perú, que es algo así como sentirse cómodos con la camisa de fuerza que dejó la dictadura; (b) no cuestionar en absoluto los contratos de la época de Fujimori (ninguno ha sido revisado), manteniendo las prebendas que se otorgaron a las grandes empresas, que precisamente se sostienen en la Constitución del 93 (contratos son contratos); (c) coexistir con el engaño de personajes que estuvieron con el dictador y luego se pasaron a la democracia, y en las dos posiciones se llenaron de plata; (d) asegurar que “nunca robaron nada”, “ni fueron a la salita”, “ni tienen su petroaudio”, lo que se convierte en un alegato de conducta personal, que salta los problemas políticos.
La reciente declaración de Lourdes Flores haciendo distingos entre el repudiable montesinismo (Kouri) y el aún rescatable Fujimorismo (Keiko), ha hecho pensar a muchos si no será que la línea de la decencia es demasiado flexible y adaptada a las circunstancias electorales, y si en otro momento la doña se habría abrazado con el ex alcalde chalaco, como lo hizo no hace mucho.
Y razón no le falta a los que desconfían de quienes como en la máquina del tiempo nos quieren decir que aquí el problema es el del rebrote de una enfermedad erradicada, cuando todos somos testigos de cómo se ha conciliado con la corrupción política y se camina de lo más bien con la corrupción empresarial, que es la madre de todas las corrupciones.
Raul Wienner
Analista
Fuente : La Primera